sábado, 2 de mayo de 2009

Mi verdadera pasión: mi hija



He escrito de muchos temas, pero nunca he revelado cuál es mi verdadera pasión: mi hija. No hay amor más desigual, más sufrido y más desinteresado. Eso lo saben todas las que son madres, y porqué no, también las que son hijas.

Hay una pregunta muy típica que nos suelen hacer, ¿ cuál ha sido el día más feliz de tu vida ?. Está comprobado que la mayoría contestamos, “el día que nació mi hijo/a”. Pero mi amor no es ciego, y procuro no tener una venda en los ojos. Mi hija tiene defectos, claro que sí, y se equivoca muchas veces. Y yo también muchas, muchas, me siento impotente.

Mi hija fue pesada hasta para nacer: 24 horas de parto y 48 renegando. Ya anunciaba que se iba a hacer notar, y que Cristina sería siempre Cristina. Fue mala comedora, inquieta, mala, mala de verdad, cuando menos te lo esperabas, zas¡¡¡, una nueva trastada¡¡¡¡.No durmió una noche entera hasta que tuvo 6 años Luego estuve unos meses acostumbrándome a que por la noche “se puede dormir de un tirón” y que incluso puedes llegar a dormir 8 horas seguidas¡¡¡¡¡¡. Ya ni me acordaba.

Todos los lunes teníamos pediatra y así durante años. El médico y yo nos hicimos íntimos y la sala de estar mi lugar “ideal” para pasar las tardes de los lunes. Ha sido una de las niñas que más pronto entraba a la escuela y que más tarde salía. Pero yo aprendí a no sentirme culpable por esto. La verdad es que se acostumbran y se amoldan a todo. Se hizo amigas de las hijas de “ madres que llegan tarde porque tienen que compatibilizar horario colegio con el del trabajo “. No os podéis imaginar cómo eran capaces de pasar esos ratos incluso en las tardes de invierno en un patio solitario donde las únicas que quedaban eran ellas.

El parque del barrio y yo convivimos durante muchos años. Vi pasar todas las estaciones, conocía las inscripciones de los bancos, los corazones que marcados en la madera que se iban borrando conforme el tiempo pasaba. Me hice amiga de “madres que van al parque con sus hijas “. También de esta situación procuré sacar la parte positiva, qué remedio¡¡¡ De hecho continúo reuniéndome con ellas en las famosas “tertulias de los viernes en el Barralet”. Ahora algunos de esos niños ya están casados, otros separados, otros buscando trabajo. Tenemos de todo.

Llegó un día que me dijo: “mamá voy a ir al parque yo sola”. Vaya, ya no me necesitaba. Empezaba a reclamar lo que ya sería habitual, sus parcelas de independencia. Y yo dejé de bajar al parque, pero pasé a hacer otras tareas de madre. Me convertí de tertuliana en taxista. Empezaron las primeras salidas al centro comercial del barrio, su primera película sin mí, y uno de sus primeros pasos importantes de independencia que todavía recuerdo. Un día me dijo que se iba al centro con el autobús. El barrio se les quedaba pequeño. Ahora me hace gracia, pero en aquel momento cuando me lo dijo, el centro de mi ciudad que tan bien conocía, pasó a convertirse en una jungla con los peores peligros acechando en cada esquina. Qué susto, por dios¡.

Mi nueva faceta de taxista se unía a otra, “investigadora sobre las amistades de mi hija”, hasta donde ella me dejaba, claro. Los trayectos eran cada vez más lejanos, las amistades más amplias, los tiempos que no estaba en casa más largos, hasta que llegaron las salidas nocturnas. Y te van convenciendo de forma lenta, progresiva y sutil de hoy hasta las 12, después hasta la 1 de la madrugada y así.... Entonces inventé mil maneras de no dormirme hasta la hora de recogerla. Qué imaginación hay que tener en esas primeras salidas nocturnas para luchar contra el sueño¡¡¡¡. En mi faceta de taxista también hice buenas amistades. Las hubieron de todos los tipos, los que pasan y mejor si tu recoges a todas, y los sufridores con los que puedes repartirte buenamente esta nueva tarea.

La fase de taxista dura por lo menos hasta los 18 años. En ese momento, o bien tu hija o algún amigo/a se saca el carnet. Ahí comienza otro tipo de sufrimiento; hasta que llega una noche que te duermes y tu misma te mentalizas que así no se puede vivir, que tendrás que recuperar tu sueño normal, que ya llegará y mucha suerte, porque así no puedes continuar. Yo siempre le decía que me despertara cuando volviera. Así lo sigue haciendo. Cuando llegaba empezaba con otro oficio, “detector de olores diversos”. Agudicé el olfato hasta límites insospechados, y hoy en día lo sigo teniendo muy desarrollado. Olores de tabaco, alcohol o lo que fuera. Eso sí con mucha discreción, porque como lo noten te mandan a cierto sitio y se acabó la inspección.

También en esta época aparecen los “intrusos”. Son novios que después de un tiempo prudencial empiezan a aparecer por tu casa. Unos te gustan más, otros menos, pero tú no te metas, ojo¡ con decir algo claramente porque entonces se pegan al intruso como una lapa. Yo he tenido dos “intrusos”. Ahora estamos en el tercero. Este sí me gusta. Pero los anteriores si hubiera podido los hubiera borrado del mapa de forma instantánea. Está claro que no podía, pero puyitas si que dejaba caer, eh¡¡¡. Según mi hija puedo hablar cuando ella quiere y hasta donde ella quiere. Claro, yo no le hago ni caso. De ahí que llevo añadido a mi nombre el de “pesada”. Qué palabra tan fácil de decir, les sale en cualquier momento y en repetidas ocasiones: PESADA¡¡¡¡¡¡. Ellos trazan una línea, “de ahí no puedes pasar”. Si algún día están habladores, hay que aprovechar, porque al día siguiente puedes encontrarte con una de sus respuestas habituales, “es mi vida privada”. Y ya estamos, sequía informativa.


Ahora bien, no pertenece a su vida privada que les soluciones los problemas cuando ellas ya no saben qué hacer. Ahí cruzan la línea, y vuelves a ser visible y su madre. Con los móviles y las famosas perdidas (que al final son un pastón porque te las hacen para que tú les llames) tienes línea directa con ellos cuando quieren y pueden cogerlo. No siempre es así eh¡¡, porque mira que somos inoportunas¡.

Cuando suena el móvil y aparece la voz diciendo Crrristina, Crristina, y no estoy en la “ franja horaria de madre”, los pelos se me ponen de punta. Ya estamos, un problema¡. Haces unas semanas me preparaba para pasar una buena mañana de sábado soleada visitando el mercadito, que me gusta mucho ir. Iba en mi coche tranquila, escuchando a Aimaia Montero, y empezó a sonar la voz del tipejo extranjero diciendo Crsssitina, vaya, qué pasa?, ella contestó : “tengo un problema”. Tres palabras importantes. Uf¡¡¡, qué problema?. Sólo os cuento que mi mañana de sábado no fue ir al mercadito sino a rescatar a la amiga de mi hija que la acompañaba a la peluquería porque estaba en una calle de Valencia sujetando la puerta de mi/su coche. Se había roto la puerta y mientras ella estaba en la peluquería por no peder el turno, la amiga estaba de “sujetapuertas”. Llegué, subí una manecilla y la puerta se cerró; caray¡, cómo me admiraban¡. En esos breves momentos mi hija me consideraba una superwoman. Pero se olvidó pronto, eh¡¡¡, no os engañéis.

Para mi hija hay unas temas que ella llama “ mi vida privada”; esta esfera de su vida incluye más o menos aspectos, según le interesa, y yo entonces tengo que ser invisible. Además de invisible como dice que soy su madre “tampoco necesita estar muy pendiente de mí “, ya que yo ya tengo que saber que me quiere mucho. Eso se da por hecho. Parece mentira que yo no lo sepa, jo ¡¡.

Pasamos épocas que nos separa una sima, pero siempre hay una cuerda que nos une. He pasado por amores y desamores. Por la típica frase cuando ha sufrido un desamor de “no lo podré olvidar nunca”. Tú sabes que es cuestión de tiempo. Pero el tiempo en esos momentos juega contigo y se ralentiza hasta lo exasperante. Yo a alguno lo hubiera colgado cabeza abajo. Pero no puedo ir por ahí de terrorista. Lo único que quiero es que sea feliz. Que fácil parece eso, verdad?, pues no ¡ porque nadie nos enseña a educarlos y criarlos, lo hacemos por puro instinto.

Muchos momentos buenos y malos. Yo me quedo con los buenos. Además, qué facilidad tenemos para olvidar los malos. En la cadena en forma de bucle del ADN deben haber unos genes que dicen que “nos portemos así las madres”, con manual incluido sobre conductas y demás que repetimos todas.

Mi hija me dedicó en su blog una bonita canción, “la mujer que mueve el mundo con sus manos”, todo ello después de una época de “tormento sentimental”, tal como ella describía; más que tormento era un nudo con muchos nudos añadidos y hasta que se desató tuve que especializarme en “nudos marineros”. Bueno, pues un día cuando este “tormento” empezaba a amainar, y yo había recibido más coces que besos, me dedicó este vídeo donde me daba las gracias más o menos sobre mi apoyo en ese mal momento. La verdad es que fue un detalle. Ahora parece que estamos en periodo de paz. Cada vez camina más sola, madurando y aprendiendo. Pero eso sí, tu siempre estas ahí: la “ley máxima” de ser madre. Si has dejado poso, volverán porque aunque parezca mentira se les queda lo que poquito a poco has ido sembrando. Espero y deseo que sea así. Porque sino, a veces es para tirar la toalla.Yo me quedo con todas las alegrías y pienso que soy afortunada. Los problemas que he tenido que vivir son pequeñas tonterías.